Existen actualmente condiciones objetivas y subjetivas que al menos indiquen que se está fraguando en el país un Golpe de Estado? La primerísima condición para preparar un Golpe de Estado, ejecutarlo y consolidarlo es el aval del gobierno de los Estados Unidos. Sin la anuencia y participación comprometida de este país, cualquier intento es imposible. Enteramente imposible. Impensable siquiera.
Para que la doctrina y alma de la política internacional, para que la política exterior estadounidense entre en vigor y se desencadene, habría que seguir el protocolo surgido y practicado por los gobiernos de Estados Unidos de distintos modos, desde 1823 cuando lo elaboró John Quincy Adams e institucionalizó el entonces presidente James Monroe, y que luego fue llevado al extremo cínico, sinvergüenza, descarado y desquiciado por Theodore Roosevelt, con su especie de enmienda más conocida como “Corolario Roosevelt” o “Destino Manifiesto”, al que por siempre nos hemos referido como "Doctrina Monroe".
El postulado de Roosevelt, dictado en 1904 y en calidad de presidente de los Estados Unidos, tiene su principio en 1845, cuando todavía él no se llamaba Theodore Rossevelt, sino John L. O’Sullivan, que era su nombre verdadero y ejercía de periodista. Entonces escribió en Democratic Review de Nueva York: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino". Está de más decir que el nombre de este medio, que en español se traduciría como "Revista Democrática", hace una verdadera burla y changoneta de la tan cacareada democracia de la que hoy nos sentimos orgullosos, por el contenido de lo que leímos.
Ya en 1904, pronunció un discurso con carácter institucional, siguiendo sus ideales democráticos en el que decía: “Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe (basada en la frase «América para los americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional.” ¿Queda claro el asunto?
Lo que en realidad quiere decir este imperium de Roosevelt, es que si se ven amenazados o son infringidos de cualquier manera los intereses geopolíticos, los intereses comerciales, los derechos de propiedades, productivos o económicos de empresas estadounidenses en cualquier país de Latinoamérica, los Estados Unidos tenían y siguen teniendo el derecho de agredir e intervenir en toda forma posible ese territorio y su población, para restaurar la democracia perdida.
Se entiende por injusticia crónica, por orden y obligaciones, por eficacia razonable, por saber actuar, por relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada, por impotencia, toda aquella acción o intento de poner en riesgo el patrimonio de Estados Unidos, ya sea este político, económico, de correlación de fuerzas, ideológico o hegemónico. Un patrimonio que tampoco se sabe quién se los ha otorgado o cedido, salvo, como lo dice Rossevelt, “la providencia”.
Bien, ahora estamos en condiciones de responder sobre la primera y esencial condición: ¿Están amenazados en El Salvador los intereses estadounidenses, ya sean estos económicos, políticos, ideológicos, doctrinarios o hegemónicos? O, más bien: ¿Ha amenazado o está amenazando el gobierno de El Salvador, el gobierno de Mauricio Funes y el FMLN, aunque sea con muecas y burlas, los intereses estadounidenses? En este punto no es posible responder comparando, refiriendo o pretendiendo inferir en los casos de Ecuador, Venezuela, Bolivia y Honduras,la suerte de nuestro país.
Tampoco es posible deducir y, peor, concluir que por la vigencia de la política exterior de Estados Unidos sobre los Golpes de Estado y las intentonas reiteradas últimamente hacia América Latina, esta deba ser aplicada de forma automática a cualquier país de cualquier manera, y sólo porque la ejerce de forma contundente en la actualidad de nuestros países. El ejercicio de los Golpes de Estado está reservado a las condiciones establecidas por Roosevelt, y no es sensato aplicarlo en los casos de gobiernos amigos que son incondicionales a los intereses estadounidenses y que ocupa como peones y sirvientes a esos intereses.
Pero, sobre todo, aunque las aparentes alianzas que los Estados Unidos puedan sostener con determinados países son siempre temporales, coyunturales, condicionadas y de dominio, jamás pone en riesgo esas relaciones innecesariamente, y menos si los servicios son útiles, como en el caso del papel que El Salvador ha jugado en el Golpe de Estado de Honduras; y si, además, su política exterior se encuentra bastante distanciada de los demonios de Sur América.
Ahora pasemos a una segunda condición, y aunque es mucho menos importante, es necesario examinarla por las cosas que se han dicho, especialmente por los incendiarios discursos que escuchamos el domingo 10 de octubre pasado en el redondel Masferrer, en ocasión de la celebración del 30 aniversario del FMLN, que dicho sea de paso, Medardo González, al final, no dejó claro si lo que se celebraba era en realidad los 30 años del FMLN o los 18 que tiene de ser partido político. O si, por otro lado, se trató de enaltecer y enarbolar a Mauricio Funes, tal como lo hizo Sánchez Cerén, al mejor estilo del culto a la personalidad.
¿Está la derecha, la oligarquía interesada en un golpe de estado? La respuesta es posible hilvanarla siguiendo la misma lógica del postulado de Roosevelt, pues la clase dominante es, en esencia, lo mismo aquí como en Estados Unidos, Europa, Asia, África y Oceanía, y se rige por las mismas reglas.
Ni Funes ni la dirigencia del FMLN han puesto, ni están poniendo, ni están pretendiendo poner bajo riesgo ni amenaza los intereses de los poderosos. Ni siquiera están interesados en hacer cumplir las propias reglas del juego que en las leyes y el entramado político han sido planteadas por la derecha y la oligarquía. Ni siquiera se atreven a tocar los privilegios mal habidos de los poderosos, obtenidos gracias a su posesión de los gobiernos.
Haber destituido del gobierno al COENA, gracias a las esperanzas con que el pueblo votó el año pasado, no implica y ni es cierto tampoco que se haya sacado a ARENA ni a la derecha del poder formal del todo, porque la realidad nos manda a comprobar que se mantienen en el gobierno. Y menos que se hayan tocado los intereses de los poderosos y privilegiados.
Lo que la realidad nos muestra como verdad es que, por el contrario, a la oligarquía y la derecha le ha convenido este gobierno con careta de izquierda. Le ha representado un respiro cómodo para continuar como clase dominante y hegemónica, y mantener casi intacto el estado de cosas, fundamentalmente lo que concierne al dominio de sus intereses económicos, a pesar de unos dos conatos que podrían llegar a poner verdaderamente en amenaza dichos privilegios y derechos: la reforma de salud, que no es obra de Funes sino de la Ministra Rodríguez, y la resistencia en la protección de los derechos laborales desde el Ministerio de Trabajo.
Haber sacado al COENA del poder formal, de la oficialidad, no es tan cierto, o al menos no de manera contundente y verificable. Y aunque se busque encontrar en los resultados electorales una justificación para aseverar el despojo de ARENA del poder, no ha implicado que se haya cuestionado siquiera el modelo que estos impusieron, pues yace profundamente vigente e inalterado. Los resultados sociales y políticos, hasta el momento no nos dan margen para pensar que al menos haya voluntad y una idea comprometida y sistemática para el Cambio.
Es más, ni siquiera se ve una senda que permita prever que al menos se puedan conquistar reformas, excepto las que hemos expuesto en Salud, ni tan siquiera la intención de cuestionar los efectos. Aquí llegamos a un postulado del Che Guevara que es interesante de tener en cuenta. Decía: “La cuestión sería combatir las causas y no conformarse con tener éxito en suprimir efectos”.”
Si al menos se tuviera interés de suprimir efectos, pudiéramos estar en condiciones de intuir que cabe la posibilidad remota, pero al fin y al cabo posibilidad, de enfrentar conflictos antagónicos posteriores.
¿Cómo y por qué se fragua un golpe de estado? En un golpe de estado concurren las mismas instituciones del gobierno, órganos del Estado, los del poder económico o instituciones del Estado, juntos y en conspiración para destituir de su cargo a un representante o representantes de un órgano del Estado que ha sido electo legítima y legalmente, ya sea por voto popular o por elección competente de un órgano del Estado, establecido tanto este procedimiento como el órgano mismo constitucionalmente.
Por lo general, o por tradición o por peculiaridad, los golpes de estado sólo están circunscritos para destituir al presidente y su gabinete de gobierno; es decir, al órgano Ejecutivo. Hasta donde sabemos, hasta el momento no ha habido golpe de estado, aquí ni en otro lugar, contra órganos Legislativos o Judiciales, al menos en los tiempos recientes. ¿Es este el caso de El Salvador?
Lo que en realidad ocurre es que por hoy todo obedece a que se ha recurrido a las viejas y más burdas y vulgares artimañas de la derecha: engendrar temores infundados por conveniencias políticas particulares, personales, de mantenerse en el poder político formal. Y no es que en un futuro no quepa esa posibilidad de golpe de estado. Una posibilidad que únicamente será posible si ocurriera el milagro de que el actual gobierno tuviera interés en atacar, al menos, los efectos.
Este es un mecanismo de convocar a la unidad, produciendo fantasmas. La más insensata pero casi siempre provechosa fórmula para entretener la mente, distraer de la realidad e incentivar y motivar una de las más oscuras e irracionales pasiones: EL MIEDO. El miedo a un enemigo que en realidad no es enemigo si no se siente motivado o no le hemos provocado a ser nuestro enemigo, sobre todo si se acercan las elecciones.
Pero, lo peor: ¿será posible creer, será posible que a alguien se le ocurra que la gritería de ir a defender el gobierno de ir a defender a Funes que no responde a los intereses de las mayorías, a los marginados, a los excluidos, al pueblo sea una convocatoria justa? ¿Será posible pensar siquiera en ir a defender con sangre los intereses quién sabe de quién? Es probable que sí. Pero ¿no sería más provechoso para las necesidades e intereses de esa mayoría defender sus propios intereses?
Por Orestes Estrada y Mauricio MerinoPrograma Radial Creo en Vos Mi Gente
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