Entre la educación y el desempleo

En un periódico local apareció una nota en la cual decía que son más de nueve mil jóvenes los que intentan ingresar a la Universidad de El Salvador, pocos lo lograrán y el resto tendrá que optar por el sistema privado o intentar el proceso el año siguiente. Solo el 5% de los bachilleres logran tener acceso a la educación superior.

¿Y qué pasa una vez que uno se ha graduado, cuáles son las oportunidades de conseguir un empleo? ¿Cuáles son las probabilidades de un trabajo digno? Lo cierto es que hay un buen número de profesionales desempleados. Uno sabe los casos por experiencia propia o porque conoce a un amigo, un familiar, o alguien que se ha graduado y que tiene cursos de postgrado y diplomados u otros estudios y aún así lleva tiempo desempleado. Sino ahí están las "fábricas de empleos": las maquilas tecnológicas conocidas como callcenters. Ahí convergen variedad de profesionales, abogados, economistas, administradores, etc. Aparte de la formación en su área, son bilingües. Pero ni aún eso les permite desarrollarse profesionalmente.

Según el informe “perspectivas del empleo” elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los más afectados con el desempleo son los jóvenes. Con una tasa del 17%. es decir el doble de la tasa promedio para la población adulta. En ese contexto no es de extrañarse que la mayoría de crímenes los cometen gente joven, pero poco se asocia la falta de medios de empleo decente con la criminalidad y el vandalismo. Adjudicarles procedencia desconocida y satanizarlos resulta mucho más fácil, Sin embargo, eso no anula la realidad de que en El Salvador la falta de oportunidades es algo con lo que se tiene que bregar día a día.

Mientras muchos claman que sí los hay (empleos) y que uno debe “rebuscarse”, lo cierto es que no existe una política que promueva el desarrollo laboral juvenil, y que cree nuevas fuentes de empleo. Cada año se gradúan miles de nuevos profesionales que quedan frustrados ante las faltas de un trabajo digno que les permita realizarse.

Es triste saber que un empleo que posibilite el acceso a la canasta básica familiar ampliada, es privilegio de un sector reducido, es casi un premio en lugar de un derecho. Mientras quienes no cuentan con un trabajo formal, deberán encontrar algún modo de sobrevivencia entre largas jornadas laborales, ambientes precarios, salarios bajos y otros atropellos que, como empleados, les toca padecer.

Muchas empresas deciden poner sus sedes acá, bajo el argumento de "traer empleo y progreso a El Salvador"; sin embargo, el lucro termina siendo sólo para los dueños. Uno de los mayores atractivos para invertir en este país es la mano de obra barata y la falta de leyes que protejan a los empleados. Tal es el caso de una compañía de envío de paquetes que tiene sede en Monterrey , México, pero allá a un operario lepagan el doble de lo que le pagan a uno acá, aún y cuando realizan la misma cantidad de trabajo. Por qué? Pues porque las leyes de Monterrey protegen los derechos de los trabajadores, por eso no pueden despedirlos tan fácilmente y, aparte, no los explotan con 10 horas de trabajo diarias como hacen acá.

La exigencia laboral y el profesionalismo son algo necesario, de importancia indiscutible, pero la explotación disfrazada de "calidad de desempeño" atenta contra los empleados, minimiza su capacidad de producción, les afecta como individuos y todo esto tiene un costo muy caro para la sociedad, pues la insatisfacción laboral afecta la salud mental que luego se traduce en un problema colectivo de agresividad, trastornos psicosomáticos, violencia social y una nación precaria donde vivir no es un derecho sino algo que uno tiene que ver "como se rebusca para conseguir".

Karla Landaverde

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